Por: Juan Felipe Samboní Argote, estudiante de Derecho en la Universidad de Los Andes

Durante el siglo XX, los partidos políticos adoptaron las masacres como el medio predilecto para difundir el miedo. Al igual que los asesinatos sistemáticos que se cometían en las zonas rurales, los enfrentamientos armados acrecentaban cada vez más los ríos de sangre que sacudían  lo más profundo de nuestro país. Las oleadas de asesinatos que habían hecho de la ruralidad el cementerio más amplio de toda Colombia, obligaron a cuantificar el transcurso de los años con muertos y no por días, y, aunque en 1964 el conflicto armado en Colombia cambió de actores, mantuvo siempre algo inamovible: sus víctimas. 

Al mismo tiempo que la sociedad fue evolucionando, el conflicto armado cambió de piel y comenzó a adoptar las nuevas ideas que el desarrollo económico, social y cultural fue desembocando en cada uno de nosotros. El siglo XXI, además de empotrar al ser humano en los tentáculos de la tecnología, transformó los comportamientos más tribales del hombre, hasta el punto de cambiar los campos de guerra por las redes sociales y las balas por tweets. Aunque no lo parezca, usted y yo, estamos parados en el medio de un escenario de guerra, pues contínuamente leemos, comentamos y, en ciertos casos, hasta criticamos a las demás personas que ingresan a Twitter, Facebook, etc. con el objetivo de opinar sobre algún tema en específico. 

Hace algún tiempo, los actores armados que participaron en el conflicto, tales como las FARC, el M-19, el EPL, el Quintín Lame y las AUC, no se esforzaban por escuchar a sus enemigos, simplemente planeaban una operación sorpresa y asesinaban a su gusto. Sin embargo, es curioso pensar que somos los herederos de una democratización casi imparable del conflicto político, en donde ya no es esencialmente necesario empuñar armas de fuego para demostrar nuestro inconformismo por un gobierno en específico, pues solo basta ingresar a Twitter, Facebook o Instagram para escribir una opinión personal sobre un acontecimiento determinado. 

La normalización del intercambio ideológico nos ha cegado hasta el momento de ignorar (casi por completo) que el simple hecho de ingresar a Twitter y leer cualquier opinión, es uno de los factores que más muertes provocaron durante el siglo XX en Colombia, pues es bien sabido que la historia de nuestro país es sinónimo de masacres, barbarie y asesinatos cometidos en contra de aquellos que piensan diferente a las ideologías tradicionales. Los alcances tecnológicos de los años 2000 han transformado casi todos los rincones de la sociedad, incluso la naturaleza del ser humano para hacer política. De todas formas, es casi ilógico pensar que solo basta con abrir una aplicación móvil para jactarse de ser un panelista político y demostrar la realidad social de nuestro país, cuando en el siglo XX opinaba solamente quien más asesinatos cometía.